Tres cosas que necesitas saber sobre Legaltech (Parte I)

El siguiente artículo busca desarrollar de forma concreta tres aspectos de los que no se suele decir mucho cuando se escribe sobre Legaltech, al menos en español. Estos tres aspectos son: Orígenes del Legaltech, utilidad del Legaltech, y oportunidades de carrera en Legaltech. Datos imperdibles para quien empiece en este nicho todavía pequeño que es la intersección entre el Derecho y la Tecnología. 

Orígenes del Legaltech

Como ocurre con otros términos que se ponen de moda, Legatech es uno de esos tópicos que uno empieza a escuchar en todas partes y que se utilizan para nombrar tal cantidad de cosas que al final del día no queda claro de qué se trata exactamente. Por supuesto, decir que viene del inglés “Legal Technology” (Tecnología Legal) no añade ninguna pista. ¿Pero entonces qué cosa es? ¿Y de dónde viene? 

La primera pregunta ya la han contestado varios autores en múltiples artículos disponibles en Internet. Algunos que recomiendo para empezar son este de Legaltechies y este otro de Ámbito Jurídico. Respecto de la segunda pregunta, la información es mucho menor o es muy vaga. Por ello he decidido enfocarme en esta última, en parte porque quiero llenar el vacío informativo, pero también porque considero que lo más interesante e importante del Legaltech no es cómo se le define, sino cuáles son sus orígenes.

Un precursor de lo que ahora llamamos Legaltech es la Jurimetría. En 1949, Lee Loevinger publicó “Jurimetrics--The Next Step Forward” en el Minnesota Law Review, un artículo en el que reflexionaba sobre una pregunta que hasta hoy no ha sido resuelta: ¿Por qué la gente no cumple las leyes? Como hombre visionario, Loevinger no le echó la culpa a los sospechosos comunes (la gente, el sistema judicial) ni tampoco propuso las soluciones de siempre (más educación). Por el contrario, afirmó que el problema eran las leyes mismas. Había muchas y eran confusas. Por lo tanto, era difícil cumplirlas todas sin ayuda (la de los abogados). 

La solución que propuso Loevinger era cambiar la forma de hacer las leyes, no solo para que fueran más simples sino menos subjetivas. Pero no solo las leyes, sino también la forma de aplicarlas. ¿Cómo hacerlo? Empleando la estadística y las tecnologías de lectura automatizada. Durante los próximos veinte años, Loevinger y otros abogados impulsaron esta corriente bajo el nombre de Jurimetría. Quizás lo que mejor ilustra hacia dónde apuntaban es este artículo de 1958 de Franklin Fischer donde especula cómo predecir las decisiones de la Corte Suprema de Estados Unidos usando métodos probabilísticos

No obstante, aunque la Jurimetría alcanzó cierto moméntum, finalmente la mayor parte de sus aspiraciones no se concretaron porque la tecnología necesaria todavía era muy incipiente. Sin embargo; dos décadas después vendría un segundo impulso: A inicios de los 70, la computación comenzó un desarrollo vertiginoso que habilitó nuevas e inexploradas posibilidades para el Derecho. Otra vez, algunos abogados con visión de futuro se zambulleron en estas aguas oscuras, pero con pretensiones menos filosóficas y más de índole práctica.

Entre algunas de las figuras de dicha época podría citar a Antonio Pérez Luño, Layman Allen, Mario Losano, Vittorio Frosini, entre otros. El dilema de su época era cómo usar la computación para hacer más eficientes sus procesos de gestión, entre ellos la sistematización de sus bancos de datos (jurisprudencia, legislación). También lo era el abordar los problemas inherentes a la irrupción de la informática en la vida de la gente, especialmente en el ámbito de la privacidad. Igual que sus predecesores, ellos también le pusieron nombre a este nuevo objeto de estudio, aunque fueron bastante más prolíficos: Derecho informático, Derecho Cibernético, Iuscibernética, Informática Jurídica. 

Hoy en día algunos de estos conceptos todavía siguen vigentes, pero a los abogados de ese período tampoco les fue tan bien, al menos en el ámbito de modernizar el ejercicio de la profesión. ¿El problema? La tecnología era insuficiente, de nuevo. Mario Losano define perfectamente esta situación de “oportunidad perdida” en una frase que le dice a Manuel Atienza en esta entrevista que es oro puro:

Este era el problema típico de aquellos inicios: los prototipos geniales no se transformaban casi nunca en servicios para el ciudadano y hoy, en el fondo del Gran Mar Océano de la Informática Jurídica, yacen muchos galeones con sus bodegas llenas de ideas doradas y olvidadas.

Y así llegamos al año 2000 y en adelante, una época donde hay Internet, algoritmos, inteligencia artificial. Donde tenemos a nuestros propios exponentes: Richard Susskind, Michele DeStefano, Moisés Barrio. Donde también intentamos resolver viejos y nuevos problemas, algunos sobre el Derecho, otros sobre la profesión jurídica. Pareciera que la historia se repite, como en un círculo. A mí me gusta pensar que estamos en el giro que da la espiral antes de elevarse. Sabemos más, tenemos nueva tecnología. ¿Lo lograremos esta vez? No lo sé, pero igual que Loevinger y Losano, estoy convencido que son tiempos muy interesantes los que nos ha tocado vivir. 

Todo lo que he dicho hasta aquí no solo es una historia sobre los orígenes del Legaltech, sino también un alegato sobre una cuestión que me parece importante: Legaltech es solo un nombre que nos ubica temporalmente en un largo proceso de transformación, igual que la Jurimetría o la Iuscibernética. Más allá de su definición, entender de dónde viene es lo que nos acerca a su esencia, aún cuando en el futuro cambien los nombres.



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